martes, 15 de febrero de 2011

Incipit XXI (Cuentos)

El duque del Pergamino, marqués de Numancia, conde de Peñasarriba, consejero de ferrocarriles de vía ancha y de vía estrecha, ex ministro de Estado y de Ultramar... está que bufa y coge el cielo... raso del coche de primera con las manos; y a su juicio tiene razón que le sobra. Figúrense ustedes que él viene desde Madrid solo, tumbado cuan largo es en un reservado, con que ha tenido que contentarse, porque no hubo a su disposición, por torpeza de los empleados, ni coche-cama, ni cosa parecida. Y ahora, a lo mejor del sueño, a media noche, en mitad de Castilla, le abren la puerta de su departamento y le piden mil perdones... porque tiene que admitir la compañía de dos viajeros nada menos: una señora enlutada, cubierta con un velo espeso, y un teniente de artillería.
(En el tren. Leopoldo Alas Clarín)

Cuando murió la señorita Emilia Grierson, casi toda la ciudad asistió a su funeral; los hombres, con esa especie de respetuosa devoción ante un monumento que desaparece; las mu­jeres, en su mayoría, animadas de un sentimiento de curiosidad por ver por dentro la casa en la que nadie había entrado en los últimos diez años, salvo un viejo sirviente, que hacía de cocinero y jardinero a la vez.
(Una rosa para Emilia. William Faulkner)

Corrió la voz de que por el malecón se había visto pasear a un nuevo personaje: La dama del perrito.
Dmitrii Dmitrich Gurov, residente en Yalta hacía dos semanas y habituado ya a aquella vida, empezaba también a interesarse por las caras nuevas. Desde el pabellón Verne, en que solía sentarse, veía pasar a una dama joven, de mediana estatura, rubia y tocada con una boina. Tras ella corría un blanco lulú.
Después, varias veces al día, se la encontraba en el parque y en los jardinillos públicos. Paseaba sola, llevaba siempre la misma boina y se acompañaba del blanco lulú. Nadie sabía quién era y todos la llamaban La dama del perrito.
(La dama del perrito. Antón Chéjov)

¿Hay que contar algo? ¿Aunque no sepa nada? Bueno, en este caso, voy a contar algo. Una vez -de esto hace ya dos años- estuve presente en un accidente ferroviario. Todos sus pormenores parecen estar ante mis ojos.
No fue un accidente de primera categoría, uno de estos clásicos “acordeones” con “docenas de personas desfiguradas” entre los hierros, etc., etc. No. Sin embargo, fue un accidente ferroviario auténtico, con todos sus requisitos circunstanciales, y, por añadidura, durante la noche. No todos han vivido un suceso como éste, y por esto quiero contarlo lo mejor posible.
(Accidente ferroviario, Thomas Mann)

No creo que haya sido un sastre.
Ante el juez, dijo: "quiero ir a la cárcel, señor, en ninguna otra parte me siento mej
or. Mi madre ha muerto, perdí a mis amigos; ah, nunca fui tan agresivo con mi madre como debería haber sido. ¿Qué valor tiene la vida? Téngame lástima. Téngame lástima, señor Juez, enciérreme para siempre. Si lo hace, yo sería feliz; allí podría trabajar como sastre, no necesitaré salir al mundo. El juez, sin embargo, no se conmovió: lo sentenció a una semana de arresto.
El condenado protestó pidiendo la revisión de su proceso, porque la sentencia le parecía demasiado breve.
(El sastre, Robert Musil)

martes, 1 de febrero de 2011

¿Libros de verano? No. Verdades de Perogrullo (II)

Jorge Aloy

Continuamos con unas breves reseñas de los libros que en algún momento El perro leyó con rabioso fervor, y que los creía "obvios" como para mencionarlos. So pretexto del verano hoy seguimos presentando algunas novelas con brevísimos comentarios. No es preciso aclarar más sobre verdades de Perogrullo.

Los tipos duros no bailan (1984). Norman Mailer.

Tim Madden es un escritor desconocido, y un hombre abandonado por su mujer a tan sólo veinticuatro días del momento en que comienza el relato. Madden no recuerda qué sucedió, precisamente, ese día número veinticuatro. Se despertó con resaca y amnesia absoluta, pero decidió que lo necesario debía ser recordar. Comenzó a reconstruir el día: supo cuál fue el bar al que asistió, con quién estuvo, el momento en el que se acostó. Pero había un hueco en el recuerdo ¿qué había sucedido? Imposible recordar. Una llamada telefónica va a complicarle el panorama, y va a dar el marco necesario para que la historia crezca con fuerza brutal.
No en vano Los tipos duros no bailan es un clásico de la novela norteamericana del siglo XX. Solapadamente conviven en ella el consumo de drogas y alcohol, los policías corruptos y los asesinatos. Tim Madden no recuerda qué pasó aquel día 24 y se verá más complicado, aún más, cuando aparezca la cabeza de una rubia que, supuestamente, él mató. ¿Puede un hombre esforzar su memoria para recordar si es o no es el asesino?
El ambiente de la novela es el ambiente típico de la novela de Norteamérica, un mundo que, aún repleto de situaciones humorísticas, siempre está en permanente amenaza de eclosión.

Groucho y yo (1959). Groucho Marx.

“Aunque es del dominio público, creo que puedo anunciar que nací a muy temprana edad. Antes de tener tiempo para lamentarlo, había alcanzado los cuatro años y medio. Ahora que nos ocupamos de las edades, olvidémoslo. Carece de importancia. Lo que importa, sin embargo, es saber si este libro será comprado por suficientes personas para justificar el derroche del resto de mi vitalidad, rápidamente decreciente, que he gastado para escribirlo”.
Groucho es aquel tipo que se ríe de sí mismo, todo el tiempo. Recuerda los negocios que se perdió, su ambición desmedida por el dinero, las mujeres que lo ignoraron, su inserción en el mundo teatral y sus películas eternas. Groucho domina la palabra con un don maravilloso. En Groucho y yo, su primer libro, su autobiografía, encontramos la mayoría de las frases suyas que circulan por el mundo. Aquí tenemos la posibilidad de encuadrarlas en su contexto.
El ingenio de Groucho vale por mil. A nadie le interesa si lo que cuenta ocurrió realmente. Lo cierto es que sus anécdotas nos convencen de lo que dijo su amigo Charles Chaplin: "La vida es demasiado importante como para tomársela en serio”.

Respiración artificial (1980). Ricardo Piglia.

No hay nada nuevo u original para agregar sobre esta novela, obra fundamental de la literatura argentina. Novela que trata de desencuentros en todos los ámbitos: el sociológico, el político e, inclusive, el literario. Por lo tanto, hay una búsqueda, o varias búsquedas centradas en una sola, y está a cargo de Emilio Renzi.
En Respiración artificial, vale la pena destacar, no importa si se revela algún enigma, lo que verdaderamente perdura es el trayecto que recorre la narración.
Muchas veces se dijo que Respiración artificial es una novela de tesis. Nosotros, tan sólo, podemos afirmar que las historias dentro de la historia, los juegos temporales y los diálogos ingeniosos hacen de esta obra una pieza que merece la eternidad.
Como detalle final es de destacar el planteamiento que propone la novela acerca de Hitler y su influencia en la literatura de Kafka. Es una pesadilla monstruosa.